Hoy arrancamos con una nueva sección dentro del blog: la de casos reales de pacientes que quieren compartir con los lectores de este blog su experiencia con los tratamientos que reciben conmigo en la clínica Fidoos.
Empezamos con Noelia Jiménez, periodista y escritora, que hace unos días se puso en mis manos para tratar una contractura que apenas le permitía mover el cuello. Una sesión con punción seca, seguida de masaje terapéutico, devolvió el trapecio y las cervicales a un estado aceptable y le permitió volver a hacer vida normal.
Levantarse y oír un crack allá donde el cuello deviene en hombro. Y adiós. Porque sabes que no podrás mover la cabeza, que no serás capaz de girarte para volver la vista (y eso implica que no podrás conducir y vivirás emulando a Miss Daisy, pero con menos pasta… y alguna arruga menos también) y que te tirarás unos días del ibuprofeno a la manta eléctrica, sin solución de continuidad.
No soy amiga de visitar fisioterapeutas porque siempre me echan broncas: que si deberías venir más a menudo, que si tienes la espalda fatal, que si ahora no puedo tratarte porque tienes unas contracturas que no puedo trabajar, que si has de tomar antiinflamatorios… Pero claro, uno conoce a Sol García, lee su blog y se pregunta: «¿Y por qué no?».
Así que allá que fui: me presenté en Fidoos y, nada más tumbarme en la camilla y echarme la mano al cuello (bueno, para ser más exacta, al trapecio), Sol pronunció las temidas palabras: «Esto necesita punción seca«.
A mí la palabra «punción» me descompone. Soy capaz de soportar tres análisis de sangre seguidos, una donación incluso, pero una aguja tipo ganchillo (vale, no es para tanto) clavándose en la espalda hasta llegar al músculo agarrotado… ¡¡¡¡nooooooo!!!!
No me dio tiempo a pensarlo: «Coge aire… suéltalo fuerte…», ¡y clac!, un pequeño calambre en el músculo y enseguida la sensación de que un nudo se deshace. No hay dolor. Y luego las manos amasando la espalda, ya sin muros de por medio. Y la tranquilidad de saber que esa noche podrás dormir. Y la conciencia de que o dejas de llenar el bolso como si hacer pesas con él fuese tu método para evitar que se te descuelgue la carne del brazo o seguirás oyendo cómo te cruje el cuello una vez cada mes y medio.
Menos mal que a Sol no se la llevan.
Por Noelia Jiménez.